6/19/07

EL PRODIGIO POBLANO


Germán Dehesa / Reforma.com
Parece, parece que por fin se va a ejercer acción penal en contra de Mario Marín, nuestro Góber precioso que tantos y tan buenos ratos nos ha dado. Aquí hago la excepción, por motivos obvios, de Lydia Cacho y de tantos otros que fueron injustamente castigados por Marincito por órdenes del jefe máximo, el verdadero héroe de esta película, el papucho de papuchos: Kamel Nacif (aviso a todos los usuarios: este artículo no debe leerse con la cartera puesta; el puro nombre de Kamel puede provocar su desaparición). Ya hemos visto en acción o mejor dicho: oído en acción a este mítico ser que le da órdenes a un Gobernador, o que se pone como chancla, como traílla de cuino (lazo de cochino) a Emilio Gamboa Patrón que se las da del muy muy y de director de la tenebra mexicana y de capo di tutti capi y que no sé qué y que yo soy el mero malvado y nomás suena el teléfono y se oye la voz de Kamel Nacif y paralelamente se oye el crujido de cómo se está arrugando Gamboa y de cómo su bigote, que es lo que más ama en el mundo, se enjuta y pierde su natural erección.

Pero de eso no íbamos a hablar. Yo comencé refiriéndome al hecho de que ahora sí le va a caer el manotas al Góber precioso. Esto tiene francamente contristada a la familia Marín. Todavía no saben lo que le van a hacer, pero ya están armando su hiperpancho de que le hagan lo que le hagan a Marito, tan simpático y tan carismático él, no se lo merece, porque es un hombre muy bueno, es, como ya le dijeron antes, el héroe de esta película y el papá de los de Puebla y Estados aledaños.

¿Quién le iba a decir a Mario Marín que este asunto de Lydia Cacho iba a crecer tanto y a hacer tanto ruido? Le falló el cálculo a Don Mario, dejó pasar el asunto y éste, como en las grandes tragedias, creció y ya viene de regreso con todos los visos de pretender aniquilarlo.

Varios poblanos me comentan que Marín ha sido un buen Gobernador. Me imagino que sí; con la ira de Dios a punto de caer sobre él y con todo el escándalo previo que el caso Lydia Cacho provocó gracias a la quizá no muy oportuna intervención de Kamel Nacif; con tal megacamote poblano encima, hasta yo sería un magnífico Gobernador.

Todos recordamos la cantidad de maromas que Marín y su Procuradora tuvieron que dar dizque para justificarse y para explicarle a Puebla y al mundo su inocencia. Nada más en eso se gastó el Precioso una buena cantidad del dinero que le dimos para que procurara el bien de su Estado. Esto a los políticos les suele venir guango y tan les viene que Marín no escatimó gastos en probar su inocencia que todavía está en veremos y en desaparecer del mapa a Lydia Cacho, cosa que tampoco ha logrado.

Entrevistada el día de hoy, la familia del Pechocho se deshizo en elogios para el indiciado. La que se mostró más reticente fue la Pechocha, es decir, la señora Marín. Renglón más, renglón menos, Doña Marín dijo que ella tenía una pésima impresión de los hombres (pues cómo no, con ese bodoque de hombre que le tocó, yo experimentaría una desconfianza bruta) y que, por lo mismo, ella ponía todo en manos de Dios.

Cuenta la leyenda que en ese momento el cielo de Puebla se nubló, la vida se paralizó, un viento helado recorrió toda la ciudad y muchos de sus habitantes cayeron de rodillas musitando en voz muy baja (¡qué bueno!) plegarias y canciones de moda. Y los cielos se rasgaron, una luz cegadora se manifestó y una voz tonante dijo del siguiente modo: un, dos, tres, probando... ¿ya?... Yo soy el que soy y he decidido hacerme presente en Puebla para aclarar un punto con la Pechocha Marín que ha puesto en mis manos el caso de su marido. Mi respuesta única e inapelable es: ¿Y yo por qué?

¿QUÉ TAL DURMIÓ? MLXVII (1067)
ARTURO MONTIEL ROJAS.

Cualquier correspondencia con esta columna como chalupita, favor de dirigirla a german@plazadelangel.com.mx (D.R)
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