2/27/06

LA PUEBLA HERIDA SALIO A SANARSE

Por Sergio Quiroz Corona

El sexenio apenas iniciaba, cuando los poblanos exigían que terminara. El PRI no había cambiado.

Los poblanos no estuvieron dispuestos a callar y en esta ocasión no estaban solos. Testigos de honor habían dado cuenta de los hechos: la prensa nacional y medios emblemáticos a nivel mundial habían sentenciado el caso Nacif-Marín.

Los partidos de oposición y, antagónicamente, un sector muy amplio del PRI local y nacional, se sumaban a la indignación en contra de una de las páginas más vergonzosas del México contemporáneo.

La secrecía era perfecta para que los priistas se desmarcaran de su gobernador: ¿cómo lo voy a defender?, no podemos tapar el sol con un dedo.

El toque de queda promovido por el PRI en el 68, en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, llegó a su fin también en Puebla. La gente volvió a salir ayer a las calles a manifestarse, gozando de una libertad de expresión que desde hace décadas habían arrebatado los gobiernos priistas. La indignación en contra del gobernador representó el gran motivo para asistir a la marcha.

Al llegar al punto de reunión, nos encontramos que la estrategia priista de sembrar miedo y terror entre los poblanos había fracasado. La credibilidad ya no respaldaba al gobierno de la nueva generación. Miles de inconformes inundaban el Paseo Bravo y sus calles aledañas.

Durante el recorrido por la avenida Reforma, el viejo palacio de gobierno, sin movimiento alguno, como avergonzado, presenciaba a una sociedad, antes reprimida y sometida, desplegarse entre sus calles para expresarse y exigir la renuncia de Mario Marín.

Durante el recorrido, una mujer se incorporó al contingente causando malestar entre los cercanos. La responsable de la inconformidad: Benita Villa Huerta. Vestida con un conjunto blanco y un sombrero de coctel, la ex secretaria del PRI estatal hacía esfuerzos por convencer a quienes la rodeaban de permitirle realizar el recorrido, ya que un grupo minoritario vitoreaba su salida de la marcha.

Los edificios y casonas de Reforma, cansados de atestiguar una Puebla sumisa, retraída y pasiva, ayer presenciaron asombrados el paso de miles de poblanos dignificando sus construcciones coloniales.

Los poblanos se sumaron ayer a la prensa nacional, reaccionaban al encono de la prensa mundial de distintos países como España y Francia. Puebla daba muestra de tener capacidad para erigirse como una sociedad responsable y consciente de proteger su entorno social.

Al arribar al zócalo, nos encontrábamos con el Palacio Municipal ocupado por priistas, el cual, antagónicamente, no lo percibimos como un enemigo, sino como un testigo silencioso, extrañamente silencioso.

Para sorpresa de muchos, cientos de personas ocupaban ya la plaza principal y sus alrededores. Las lonas y pancartas en contra de Marín eran contundentes y reflejaban el repudio a las grabaciones de los diálogos entre Kamel Nacif y Mario Marín.

La catedral, emblema de una institución con cierto activismo político, esta ocasión había decidido guardar silencio.

Aún no terminábamos de leer las pancartas y lonas colocadas en el zócalo, cuando una voz se impostó en la plaza principal. Era la voz de Marín y Kamel Nacif: las reales, sin trucos, ni ediciones, eran el origen principal en esa fiesta democrática.

A unos cuantos metros de mí, una pareja observaba hacia el templete de la prensa a un tipo malencarado, gafas negras, celular en mano y tomando fotografías: un claro gesto de intimidación a los asistentes.

La mujer preguntó a su pareja: ¿quien será ese tipo de botas negras? La respuesta fue contundente: Gobernación. La mujer insistió: ¿y las fotos para qué? El novio arremetía contra el Gobierno del estado: "los desgraciados no conformes con su mentira, levantan registros de las personas que asistimos, incluyendo fotografías y video." La chica, con sonora carcajada, contestó al novio de camisa blanca: "mejor que se vayan a tomar un cafecito al Royalty, me parece que en esta ocasión pierden su tiempo."

En efecto, los personajes raros de aspecto siniestro abundaban en el zócalo: mismo celular -color guinda-, mismo periódico en mano y misma actitud intimidante contra los asistentes a la marcha.

Después de esta manifestación, probablemente resten cinco años del mandato de Mario Marín. No es mucho ni poco, es un tiempo suficiente para que los poblanos que votaron por Mario Marín realicen una evaluación del incipiente gobierno marinista.

El hilo que sostiene al gobierno de Mario Marín sufrió un adelgazamiento preocupante para la burbuja que tan sólo lleva unos meses en el poder. La marcha fue contundente: ¡Fuera Marín!

Al final de la manifestación, una satisfacción flotaba en el ambiente: el compromiso estaba cumplido, los poblanos habían despertado.
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