1) Colocar un lápiz debajo de la lengua del niño y hacer que la mueva.
2) Hacer que sople una botella vacía que contenga bolitas de papel de colores (para que le llamen la atención); por lo menos 10 minutos al día y de preferencia hacer este ejercicio con el niño para que nos imite y no se resista a hacerlo.
3) Untarle la lengua con miel de abeja, principalmente la punta y de preferencia en las mañanas.
4) Una variación de la anterior, pero que resulta mucho mejor consiste en colocarle la miel de abeja alrededor de la boca, de modo que el niño al tratar de limpiarla y absorberla la ejercita moviéndola.
Debo indicar que en el caso de mi hijo sólo le gustan los ejercicios 2 y 3, pues en el caso del último, el muy vivaracho se la limpia con su dedito. Veamos si poco a poco le llegan a gustar y a hacerlas.